- Alejandro Mazaheri
Mis memorias con la pasta: por Álvaro Mazaheri

Algunos insomnes tienen la costumbre de contar ovejas. Se dice que la simple y rítmica visualización ayuda a relajar mente y cuerpo. Cierras los ojos y te dejas llevar al campo, imaginas ovejas, blancas y esponjosas, saltando sobre una verja, una por una hasta que la mente lentamente sucumbe al sueño.
Estas escenas pastorales no eran lo mío. Yo pensaba en pasta. Me imaginaba un pozo de harina, un valle de huevos, y a mí mismo, lenta y cuidadosamente combinando ambas hasta formar una masa. Si seguía despierto después de un rato, me ponía con la salsa: cortando, chisporroteando, hirviendo, mantecando. Y así hasta dormirme.
La pasta siempre ha sido un gran actor en la película de mi vida. La he empleado como combustible para mis celebraciones, como alivio de un corazón roto. Me la llevaría a una isla desierta y la elegiría en el corredor de la muerte. A medida que me profesionalicé en la cocina, la pasta, en todas sus versiones, ha seguido dándome vida.
Volviendo al tema de los sueños, cuando soñamos este restaurante, siempre imaginamos hacer la pasta fresca a diario. Esto ha permitido moldear la oferta al producto del momento, juntando cada elaboración con su salsa idónea. La armonía y ritmo de este ritual diario de artesanía siempre nos ha servido de hilo conductor entre el equipo.
